Si tan sólo supieras

Hoy escuché una historia que ejemplificaba de una manera tan practica y real el gran amor que Dios nos tiene. La historia se llama “Si tan solo supieras”

Cuenta la historia de que había un colibrí que estaba encerrado en un pequeño taller de carpintería. Se encontraba revoloteando intentando buscar la salida, volaba de un lado a otro sin hallar escapatoria. De repente el dueño del taller llega y nota al colibrí encerrado desesperado por salir, entonces opta por abrir la puerta principal para permitirle salir. El colibrí estaba intentando salir por una ventana que estaba cerrada, podía mirar el cielo pero le era imposible salir y se daba de golpetazos en la cabeza sin ningún resultado a su favor. El colibrí se pasó varios minutos en esa misma situación sin ver la puerta abierta que estaba a su lado para que pudiese escapar. El señor se dio cuenta que el colibrí no percibía la puerta abierta, entonces cogió una escoba y decidió ayudarlo dándole algunos empujones hacia la salida. El colibrí se asustó y retrocedió volando hacia atrás con mucha fuerza y temor hasta que se golpeó con una pared de ladrillos que estaba al otro lado de la ventana. El colibrí cayó al suelo desorientado y sin fuerzas, casi muerto. Es en ese momento en donde el señor coge al colibrí entre sus manos para ver que se encuentre bien y se acerca a la puerta principal ya abierta para que pueda escapar y de repente el colibrí recupera la conciencia, se sacude con fuerza y escapa a gran velocidad.

El colibrí huye lo más rápido que puede y se dirige a ver a su familia cerca de un roble que se encontraba a algunos cientos metros de distancia. Llega a casa y le cuenta a su esposa lo siguiente: No sabes lo que me acaba de pasar. Me encontraba encerrado en un cuarto sin poder hallar la salida e intentando salir por una ventana, me habían colocado una trampa porque a pesar de que me esforzaba no podía salir. La esposa le dijo: Quizás era porque la ventana estaba cerrada. Y el colibrí continúa con la historia: Y eso no es todo, gorda, porque de repente entró un ogro que me quiso hacer daño. Agarró un pedazo de madera y me quiso golpear, seguro para acabar con mi vida, pero tú sabes que yo soy muy astuto entonces pude evadir su golpe echándome para atrás, pero lamentablemente había colocado una pared detrás con el fin de que yo me golpeara y caiga al suelo. Yo estaba medio aturdido y de repente veo que el ogro se acerca a mí y me coge con sus manos, sin soltarme. Estoy seguro que se estaba preparando para comerme o ponerme en una olla. Pero amor, tú sabes que yo soy muy listo, entonces en un momento de descuido me escabullí entre sus dedos y vi una puerta abierta. Parece que el ogro se descuidó de ese detalle, entonces yo lo aproveché y escapé a toda velocidad y llegué aquí a casa salvo y sano.

Muchas veces nosotros podemos portarnos así con Dios y creer que las diferentes pruebas y dificultades que atravesamos fueron puestas por Dios mismo con el fin de que la pasemos mal o que paguemos por algo que hayamos hecho mal en el pasado. Nos cuesta comprender que Dios en esencia es amor y que todo lo que hace lo hace con sumo cuidado. Incluso no podemos darnos cuenta de que Dios nos abre una puerta al lado para tomar otra dirección, pero nosotros nos entercamos en nuestro propio criterio y Dios al ver esta necedad intenta empujarnos para que veamos la salida. Y cada uno de esos golpes que recibimos los interpretamos como castigos de parte de él. Incluso cuando se acerca a levantarnos con sus manos desconfiamos absolutamente de él y no creemos que exista un amor tan grande que lo único que pide es que creamos. No nos pide absolutamente nada más porque él ya lo hizo todo en la cruz, pero se nos hace tan difícil la idea de conocer un amor incondicional. Quizá porque las propias experiencias que hemos vivido nos llevaron a esa conclusión, quizá porque vivimos en la cultura de que nada es gratis, de que si recibimos bendiciones o algo bueno siempre hay que dar algo a cambio, creemos que no estamos leyendo las letras pequeñas y nos volvemos desconfiados no solo de las personas y la vida, sino que incluso de Dios mismo.

Si tan solo supiera el colibrí que el señor quería que volara libre y disfrute del exterior fuera de ese viejo y empolvado taller. Si tan solo supiéramos que Dios ya hizo todo y que lo único que desea es que vivamos bien, con una vida digna rebasando en amor.

Si tan solo supieras …

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Jonatan Cuellar
Jonatan Cuellar

¡Hola! Soy Jonatan Cuellar, psicólogo de profesión, apasionado de la psicoterapia y facilitador de cambios.
Como CEO y fundador de Yoryo Centro de Desarrollo Personal y Profesional, mi objetivo es claro: equipar a las personas con herramientas para enfrentar positivamente las diversas problemáticas emocionales que suelen presentarse en la vida.

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